Recientemente apareció en el mercado una serie de tres CDs del legendario Javier Bátiz, considerado como el indiscutible patriarca del rock y blues en México. La serie se titula Las sesiones del Brujo y contiene grabaciones que estuvieron perdidas y que fueron hechas entre 1968 y 1972.
Desafortunadamente la compañía editora, Discos Denver, no incluyó ninguna información al respecto en las portadillas de los CDs. Consideré que encontrar mayores explicaciones sobre estos discos sería un buen pretexto para hablar directamente con Bátiz.
Conocí a Javier hace como 35 años, en la época del apogeo del movimiento que luchaba por establecer un rock original en México. En ese entonces yo me encontraba muy ligado al ambiente roquero mexicano. No esperaba desde luego que se acordara de mí, pero tuvimos una conversación muy afable.
Un poco de historia. Bátiz, cuyo verdadero nombre es Javier Isaac Medina Núñez, es oriundo de Tijuana. Ello le permitió absorber desde muy joven las raíces blueseras que tocaban grupos negros en los tugurios tijuanenses, así como del otro lado de la frontera. Asimismo, la radio fronteriza programaba mucho rhythm & blues, lo que le permitió adentrarse en la música de John Lee Hooker, Muddy Waters, B.B. King y Jimmy Reed. Esa fue la verdadera escuela para Javier y pronto aprendió a tocar la guitarra desplegando su talento en forma natural. Además, posee una voz potente y rasposa típicamente bluesera.
En 1957 organizó su primer grupo que bautizó como Los TJ’s. Carlos Santana formó parte de Los TJ’s, y la relación Santana-Bátiz pertenece a las leyendas del rock. Javier sostiene que él le enseñó a tocar la guitarra
a “ese muchachito” que luego se fue a San Francisco para triunfar rotundamente. Pero Santana ni lo afirma ni lo desmiente. El hecho es que al margen del posible mito, han mantenido una amistad a lo largo de las décadas. Los TJ’s permanecieron activos hasta la partida de Bátiz hacia la Ciudad de México en 1963. Es cuando Javier irrumpió con fuerza en la escena del rock & roll del D.F., ejerciendo una influencia decisiva.
Llegó tocando música - blues y rhythm & blues – que no se estaba escuchando en la capital. Se incorporó a tocar en los cafés cantantes de esa época con su grupo Javier Bátiz and the Famous Finks, que después simplemente quedó en Bátiz y Los Finks. A partir de entonces, Javier se convirtió en la fuerza más influyente del rock y del blues en México. Fue apodado “El Brujo”, y realmente embrujaba con su manera de cantar y requintear con tanto sentimiento emanado del alma.
Una conversación sobre las Sesiones del Brujo. Una primera inquietud es conocer el origen de esas grabaciones y cómo fueron rescatadas tantas décadas después.
“En esos años del 68 al 72, con mi amigo Germán Pérez Salas (q.e.p.d.), teníamos nuestro propio estudio de grabación en el D.F. Ahí convivimos alrededor de 18 músicos. Éramos muy activos y ahí grabamos un montonal de canciones.
Lo hacíamos por diversión más que por un afán de comercializar discos. Cuando muere Germán yo entro en una crisis, pues me divorcio, y además en 1971 se dio el avandarazo y como consecuencia de ello la censura total al rock. Así que de pronto me quedé sin mi pareja, sin mi trabajo, sin el estudio, sin Germán, y pues me tuve que venir en el 72 a Tijuana.
Todas esas grabaciones de los cuatro años en que funcionó mi estudio se perdieron”. Continúa El Brujo: “En el 2004 recibo una llamada y una señorita me dice ‘tenemos unas cintas de usted con groserías, ¿cuánto quiere pagar por ellas para no sacarlas?’ Como quería mucho dinero, le dije: ‘¡pues sáquelas!’ Pero ni las sacó ni volvió a llamar. El año pasado me llama Joel Aguilera de Discos Denver y me dice que acaban de adquirir unas cintas viejas mías. No me
dijo cuánto pagó por ellas. Me las manda, oigo la maravilla de música que habíamos
estado grabando en ese entonces, y le digo que saquen ese material perdido ¡inmediatamente!”
Las grabaciones tuvieron que ser editadas, pues había que “sacar las malas palabras, y todas las intimidades y todas las blasfemias que decíamos durante las grabaciones y los chistes de mal gusto y de color fuerte, ¿no? Porque las groserías no han sido mi onda, yo me proyecto con mi música y no diciendo obscenidades”.
¿Quiénes sesionaron? Estos CDs son sin duda de colección. Interviene un elenco impresionante de los mejores músicos de ese entonces. “Ojalá me acuerde de todos. Están como bateristas Micky Salas y Angel El Cartucho Miranda, en el bajo Jorge Alarcón, Esteban García y Ramón El Ratón Rodríguez, en los teclados Memo Briseño y Sergio Guerrero, en las guitarras El Borrao Martínez y Ricardo Delgado, en los metales René Vidal, Arturo Labastida, Pedro Encinas, en los coros Mayita Campos, Baby Bátiz, Macaria, Norma Valdéz, Valery Jodorowsky. También mis amigos mexicanos que se habían ido al otro lado con el grupo Canned Heat, Fito de la Parra y Olaf de la Barreda, se incorporaron en algunas grabaciones”.
Escuchando las sesiones. Los CDs fueron excelentemente remasterizados, por lo que su sonido es muy bueno y equilibrado. Frecuentemente se incluyen dos o tres versiones de la misma rola, pero ello no aburre porque cada una tiene rasgos distintos de las otras. El Volumen 1 prácticamente contiene versiones alternas de todas las rolas que componen el disco Coming Home de 1971, que por cierto es uno de los discos más trascendentes del rock mexicano.
El Volumen 2 inicia con una extraordinaria y diferente versión de Hard Life, una composición de Javier. Tiene un pasaje pianístico introductorio de gran fuerza. ¿Quién es? “Pues soy yo, la gente debe saber que también toco el piano”. Varias rolas del Volumen 2 y 3, como por ejemplo My Man, Mama y la alegre There’s a Place in the Sun están a cargo de una excelente vocalista femenina que canta con mucho sentimiento. “Es Macaria, a quien le enseñé a cantar blues”.
También se incluye Texas, donde Javier muestra por qué “una de mis influencias guitarrísticas más determinantes fue Jimmy Reed”. En el Volumen 3 se incluye Pacífico Jardín, una de sus composiciones más bellas y místicas, y le pregunto qué fue lo que lo inspiró a componer esa rola.
“Trato de explicarle a un niño qué pasa después de la muerte, que amanecerá en un pacífico jardín. Yo no hablo de esto muy seguido porque lo he guardado, pero tú sabes que yo tuve un bebito que me duró seis meses y yo escribo siempre de mis vivencias, entonces tenía que escribir algo así”.
Un testimonio importante. Más que seguir describiendo estos CDs, invito al lector a escucharlos, y por 65 pesos cada uno, a adquirirlos. Son tres discos indispensables para todo coleccionista de blues y rock mexicano, y que son un buen testimonio de la trascendencia musical de Javier Bátiz.
Una felicitación por la iniciativa de sacar esta serie. Finaliza Bátiz: “Estos discos no tienen época porque los chavos los deben oír y sé que les gusta, y a los ya más madurones como nosotros, obviamente nos encanta, ¿no?”.
Reportaje-Entrevista de la revista Conexión, de la comunidad del ITAM, de mayo del 2007.
Hola, tengo un sencillo de 1972 de Graziella, en cuya cara A versiona Pacífico Jardín de Javier Batiz. Quiero saber si tienes datos sobre este disco. Muchas gracias de antemano.
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